Primera semana de Adviento
Hermanas y hermanos, con la celebración de hoy iniciamos el tiempo litúrgico del Adviento. Las lecturas de este domingo, así como todas las de este tiempo, son una enseñanza profunda, coherente y bella sobre la esperanza en su sentido más alto y más vigoroso. Hemos de prepararnos entonces para descubrir la riqueza que se anuncia en eso que parece tan sencillo a veces y tan difícil otras veces: esperar.
Aquel que con su palabra que anuncia un futuro es Aquel que con su palabra selló con su promesa nuestro pasado. La Historia, pues, tiene una cadencia, una dirección que va de la promesa al cumplimiento. La promesa está en el pasado; el cumplimiento está en el futuro. ¿Y en el presente? El presente se posa en la cuerda tensa que va de la promesa al cumplimiento, y cuando se ha posado en esa línea de fuerza y de vida se llama ESPERANZA.
La segunda lectura de este domingo nos ofrece un perfil interior del alma cristiana en actitud de genuina esperanza. Entresaquemos algunos rasgos que servirán para nuestra propia preparación espiritual en este adviento. Pablo insiste en primer lugar en el amor mutuo. Tambien habla de la sobriedad. La conciencia del retorno del Señor es una invitación a tomar en serio toda su palabra, todo su legado, toda la fuerza de su luz. Es hacer conciencia de la gracia que ha bendecido nuestro pasado y la gloria que él anuncia para nuestro futuro.
El evangelio, por su parte, nos trae el llamado apremiante de Cristo, en el contexto de la conmoción universal que habrá de preceder a su retorno glorioso. De ahí aprendemos varias cosas. Primero, que el adviento es algo más que la preparación para recordar la Navidad. De hecho, el tiempo litúrgico del adviento tiene dos fases bien diferenciadas, como hemos comentado en otras ocasiones: la primera, que empieza este domingo, en realidad mira al retorno de Cristo, es decir a su llegada definitiva; la segunda, que empieza en la semana anterior a la Navidad, sí se centra en las circunstancias propias del nacimiento de Nuestro Señor, como una “prenda” que afianza nuestra esperanza en el cumplimiento definitivo de las promesas. Cristo es claro: “el exceso de comida, las borracheras y las preocupaciones de la vida” pueden atontarnos, dispersarnos, distraernos hasta un punto en que ya no reconocemos ni la presencia de sus bendiciones ni la promesa de su salvación. Feliz y bendecido inicio de este tiempo de Adviento.