Semana quinta del tiempo ordinario
Hermanas y hermanos, en la primera lectura, Isaías se ve obligado a reconocer su situación de pecado ante la luz deslumbrante de Dios que lo llama. Los pescadores de Galilea, en cambio, no han obrado mal sino que sencillamente no han sabido o no han podido lograr lo que querían. Solemos decir: no se les dieron las cosas. Esa pregunta que Dios se hace en el pasaje que oímos de Isaías tiene una tensión y una profundidad inmensas. He aquí a Dios que pregunta: “¿A quién enviaré?” No le falta amor pero sí le falta quién le ayude. Todos necesitan y es tanta su necesidad, que pocos están dispuestos para aliviar la necesidad de otros. El resultado es que Dios se queda como sin ayuda. Bueno, ¿y no podría Dios resolverlo todo, sanarlo todo, completarlo todo por sí mismo? Sí podría pero a precio de negar uno de los rasgos que él mismo quiso imprimir en su creatura racional, a saber, su dimensión social. Dios mismo nos creó capaces de interactuar unos con otros. Si Dios, sin intervención de ninguna otra causa, atendiera Él mismo a todas las necesidades y dolencias de cada ser humano, habría una dolencia y carencia que se quedaría sin atender, a saber, la carencia de amor y servicio entre nosotros. Esa parte nuestra quedaría enferma o atrofiada si nunca se diera el caso de que un ser humano sirve con genuina caridad a otro.
Así pues, al crearnos como seres en sociedad, Dios en parte eligió tener que buscar “ayuda” en el ser humano para levantar y redimir al mismo ser humano. Isaías grita: “¡Envíame a mí!” Sus labios han sido purificados por un ascua del santuario y por el ministerio de un Ángel, y siente en su corazón urgencia de servir. Quiere ser puesto en camino, aunque todavía no conoce ese camino. Algo parecido sucede en el evangelio de hoy: aquellos pescadores lo dejaron “todo,” y lo siguieron. Quizá sabían lo que dejaban pero en todo caso no parece que supieran exactamente lo que encontrarían.
Parece ser ésta una ley del llamado que Dios hace. También Abraham, en Génesis 12, es llamado por Dios, y es puesto en camino, aunque de ese camino lo único que sabe es que Dios se lo mostrará (Génesis 12,1). Y en realidad eso es lo único que importa del camino: que Dios lo conoce bien. No interesa tanto saber por dónde voy sino con quién voy.
Feliz y bendecida semana
