Fiesta de Cristo Rey del Universo
Hermanas y hermanos,llegamos con este domingo al final del año litúrgico. La conclusión es sencilla, y sirve de título para la solemnidad de hoy: Cristo es el Rey. Como los pocos reyes que quedan en nuestro tiempo son casi sólo figuras decorativas, quizás nos cuesta descubrir el poder de esa expresión: el Señor reina, Cristo es el Rey. Tal vez la manera más directa de reconocer el poder evocador que aquí se esconde es tomar la frase de modo complementario, es decir, mirando nuestro ser en cuanto súbditos de ese rey. Pero no se trata de un asunto personal y devocional solamente, como podría sugerirlo una expresión en primera persona: “Él es mi Señor.” Cristo es Rey de todos, no sólo de los que admiten su reinado. El nombre completo de esta fiesta es: Cristo Rey del Universo, o sea, Cristo como rey de todo y de todos. Sin embargo, no vemos ahora que Cristo esté reinando en todo y en todos. Las noticias de violencia y de injusticia no sólo desalientan nuestra fe sino que nos pueden hacer dudar de la eficacia última del sacrificio de Cristo. Por todas partes, incluyendo naciones de mayoría cristiana o católica, se traicionan o infringen los principios que hemos recibido del Evangelio: ¿cómo es entonces que decimos que Cristo es Rey? Lo decimos como un ejercicio de fe, porque su Resurrección afecta a todo el universo y no sólo a los seguidores de Cristo, y lo decimos sobre todo como un ejercicio de esperanza. El evangelio de hoy trae una frase que se ha prestado para numerosas interpretaciones, algunas de ellas francamente erradas. Es importante en este caso revisar el texto original griego. Lo que dice el Señor es que su Reino no es “ek tou kosmou toutou.” La clave es la preposición “ek” que suele traducirse por “de.” Pero no es cualquier “de,” es un “de” que indica procedencia, como cuando alguien dice que es “de Maui.” La frase de Cristo queda entonces mejor traducida como la encontramos en el Leccionario: “No es el mundo el que me ha hecho rey.” Jesús no está diciendo que su Reino no toca las realidades de este mundo sino que no depende de la autorización o de los poderes de este mundo y que en ese sentido goza de la libertad y el poder que sólo Dios puede dar.