Domingo 2 de Marzo del 2025

octaba semana del tiempo ordinario

Hermanas y hermanos, la fuerza de las palabras, la insistencia frecuente en la necesidad de ACTUAR más que HABLAR puede llevarnos a la falsa idea de que las palabras poco importan. Es un pensamiento trágicamente erróneo porque en efecto nuestras palabras pueden sanar pero también herir; pueden guiar o también desorientar. Las palabras tienen esa capacidad de impacto porque también brotan de muy adentro de nosotros. La primera lectura de hoy nos recuerda que en la manera de razonar cada uno revela lo que lleva por dentro. Y es muy cierto: al presentar nuestros argumentos estamos también revelando dos cosas claves: ¿qué tanto importa la verdad? ¿Cuáles son las propias prioridades en este caso? 

Un buen autoexamen es un modo honesto de buscar la verdad. Aquella famosa comparación de Cristo entre la paja y la viga hace ver de modo casi gracioso cómo lo que más nos perturba no es la información exterior sino los prejuicios y sesgos que interiormente llevamos a todas partes. Tomar conciencia de ello es un comienzo de libertad y una buena apuesta hacia la verdad. 

Una persona honesta de corazón modera sus palabras precisamente porque sabe que su percepción de las cosas todavía puede ser incompleta. La necedad en cambio es temeraria y arrogante. Dicho de otro modo: cuando escuchamos que alguien es consciente de sus “vigas” podemos esperar muchas más luz de esa persona. La observación que hace Cristo en el Evangelio, en cuanto a los “frutos” como criterio de discernimiento, va en la misma línea de lo que venimos diciendo: ¿qué sale de cada persona? De seguro ello nos puede contar algo de lo que lleva por dentro. Pero esta observación conviene tomarla con una precaución especial. 

En efecto, en un cultura agraria, “los frutos” son un sinónimo de “la cosecha” es decir: todo lo que la tierra dio en aquella temporada. Fijarse en los frutos implica entonces ampliar la mirada y buscar un arco de comprensión suficientemente amplio. Una persona puede parecer agria el día que la tratamos pero era solo un día; o puede parecer muy bondadosa, y luego se demostró que era aduladora. Ver “los frutos” implica entonces fijarse en toda una cosecha y no solo en unas cuantas muestras. Así se avanza hacia la sabiduría!

Feliz y bendecida semana
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