Domingo 13 de Abril del 2025

Domingo de Ramos
Feliz y bendecido inicio de la Semana Santa del año 2025

Hermanas y hermanos, nuestro Señor y Divino Salvador no aceptó la aclamación de las multitudes que pretendían hacerlo rey después de ver sus asombrosos milagros (cf. Jn 6,15). No quiso una corona cuando todos exclamaban: “¡todo lo hace bien!” (Mc 7,37). Huyó a la montaña muchas veces y a menudo se refugió en la oración y la intimidad con Dios, su Padre (Mt 14,23). En todas esas ocasiones, cuando hubiera sido sencillísimo y casi natural proclamarse Hijo de David y sucesor del trono para liberar a Israel, guardó silencio, se ocultó discreto, oró en lo escondido, se apartó de las aclamaciones y los vítores. 

Pero hubo un día en que aceptó el aplauso y no huyó de la ovación de su pueblo. Un día Cristo aceptó ser rey, y selló su destino, cambió la historia y abrió un futuro para el universo entero con el gesto humilde y noble que hoy contemplamos: miremos todos, asómbrese el mundo, cante Judá y no calle Israel: Jesús, el Nazareno, es el Rey, y manso entra en la ciudad de David rodeado de humilde corte. Este día, domingo que introduce la celebración de los misterios más hondos y bellos de nuestra fe, es como el rostro desde el que ya vemos la grandeza que nos espera en la semana que comienza. Es bueno oír así de una sola vez la Pasión para entender que fue Uno solo el que todo sufrió y Uno solo el que todo venció. Fue Uno solo el que cargó con nuestras culpas y Uno solo el que las arrojó a lo hondo del mar. Uno solo venció a nuestro enemigo, Uno solo triunfó sobre la muerte, Uno solo nos amó hasta el extremo, Uno solo nos dio el perdón, la paz, la gracia y la vida que no acaba. Uno solo: Jesucristo, el Hijo del Dios vivo. 

Miremos, pues, con ojos de gratitud y escuchemos con oídos de discípulo el sublime testimonio de este relato. Nada hay semejante en las páginas o escritos de esta tierra. Nada se compara a la altura de ese perdón que, como en cascada, cae desde la Cruz para hacer un nuevo diluvio, no de venganza y castigo, sino de misericordia y de gracia. Nada tan útil y saludable como esta historia de redención, la única que será de nuestro interés cuando nuestros ojos se cierren a las vanidades de esta tierra y tengan que abrirse, para gloria o condena, en la eternidad.

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